Ahora que he publicado mi primer libro y que pretendo que un montón de extraños lo compren y lean, me conviene transparentar mi proceso creativo.
En un principio escribí las seis novelas cortas que componen Los reinos de brea y Los dominios del emperador búho para que formasen parte de un mismo libro, pero la longitud final lo impidió. El primer libro acabó con cerca de 73.000 palabras, y el segundo con unas 110.000. Acabé de revisar esas novelas cortas hará más de seis meses. He ocupado este periodo rematando la estructura de la primera novela que publicaré, y escribiendo el borrador. Dada la premisa peculiar y la lista de las escenas que he decidido, el resultado final superará el doble de la longitud media de una novela, así que más de 650 páginas. Dudo mucho que vaya a conseguir reducir ese número durante el proceso de revisión. Además, esta novela presenta unas peculiaridades que me han forzado a replantearme cómo estructurar la historia, aparte del orden en el que escribiré los borradores.
Para Los reinos de brea y Los dominios del emperador búho escribí una escena tras otra. Acababa un borrador y lo convertía en una primera revisión. Cuando contaba con la primera revisión de todas las escenas, me dedicaba a la maratón de revisar la historia de principio a fin una y otra vez, borrando algunas frases y fortaleciendo las restantes, hasta que el conjunto me contentaba. Ambos libros requirieron unas diez revisiones. En la novela en la que trabajo ahora, dos de los personajes principales intentan escribir una novela. Empiezan revisando lo que uno de los personajes había escrito antes de encontrarse, y luego trabajan en el resto. Ese proceso abarca el segundo acto de cinco en la novela “superior”. Otros escritores podrían decidir dejar el contenido de esa subnovela a la imaginación, que el lector asumiera que la novela es buena si el escritor lo dice. Pero mis personajes escriben la novela que yo empecé a escribir hace bastantes años, un proyecto larguísimo y absurdo que abandoné por motivos prácticos, aunque seguía pensando que debía acabarlo. Lo absurdo de su planteamiento, y la tarea titánica que implicaba acabarla y conseguir que los demás la leyeran, además de los procesos psicológicos que llevaron a su concepción en un primer lugar, se me antojan ahora más interesantes. Pretendo explorar con mis personajes y sus circunstancias los abismos de la obsesión, la enfermedad mental, la alienación y la soledad. Hace años abandoné la historia sabiendo todo lo que contendría, lo que me ofrece la ventaja de usarlo en esta novela. A través de la narración del protagonista puedo abordar ese proceso y la novela de manera más objetiva, como por primera vez, y desde una versión de mí que comete diferentes errores.
Escribir historias te enfrenta a diario con lo falible que es la mente humana. Ahondar en aquella novela abandonada me ha forzado a encarar cientos de decisiones que ahora considero erróneas. Muchos fragmentos que me gustaban ahora los considero pésimos. Me asusta haber cambiado tanto desde ese 2011-2012.
La vida de los personajes principales de la novela actual y el contenido de la novela que escriben funcionan casi como tramas paralelas. Para evitar perder el juicio, durante este segundo acto de cinco, que describe el contenido de la subnovela, he escrito primero el borrador de la trama contemporánea, en la que los personajes principales pelean por mantener sus vidas en orden mientras trabajan en la historia. Cuando he compuesto una primera revisión de ese borrador, escribo otro borrador independiente relativo al acto de la subnovela con la que los personajes trabajaban. La primera revisión de ese borrador la fragmento e intercalo en la revisión de la trama contemporánea donde corresponda. Desconozco si la versión final de esta novela funcionará, por mucho que yo necesite escribirla, o si podría interesar a mucha gente. Nunca he pretendido ser un empresario competente. Aunque la trama incluya muchos otros aspectos, al lector debería interesarle el proceso creativo, o al menos el trabajar en equipo para lograr un objetivo profesional, como si se tratara de una película deportiva. Así que en parte considero que experimento.
Durante los cursos de escritura a los que acudí entregué fragmentos de las novelas cortas que componen Los reinos de brea y Los dominios del emperador búho. Me forzó a enfrentar cómo diferían los gustos de unas pocas docenas de personas. A algunos las motivaciones de mis personajes les resultaban opacas o hasta erróneas, mientras que otros se identificaban. No se puede contentar a todos, y primero pretendo contentarme a mí mismo, pero muchos de los lectores coincidieron en que les gustaba la descripción menos que a mí. Quizá los lectores de Los reinos de brea, si comparten sus impresiones en Amazon o Goodreads, me sorprendan, aunque primero deberán digerir el contenido, que a varios de mis lectores se les ha atragantado. Con respecto a la descripción, he absorbido esa lección. Aunque para esta novela he hecho scouting de los sitios en los que transcurren las escenas, he pasado de describir salvo esos aspectos del escenario involucrados en las acciones de los personajes. Cuando haya acabado la segunda o tercera revisión de esta novela, algo que con suerte pasará a principios del año que viene, consideraré todas las partes que se beneficiarán de detalles específicos sobre el escenario.
También será un reto filtrar el contenido de la subnovela. He descartado enseñarlo tal como aparecía en la novela original, así que hasta cierto punto se trata de una sinopsis que el narrador relata, pero también necesitaré decidir de qué elementos de cada escena podré prescindir, a riesgo de que la novela superior acabase superando con creces las 650 páginas.
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